Sola, en la cama, intento recordar un rostro que un día se tumbaba a mi lado, susurrandome palabras tiernas que me hacían desearlo cada noche un poco más.
Y como en un cuento que no es para niñas buenas, acabamos siempre entre tus ojos y mi aliento, entre tus abrazos y mis caricias, entre tus palabras y mis gemidos.
Me llenaste la cama de besos, y ahora...ahora está vacía... solo estoy yo, y yo no soy nada.
Las cenizas de tus risas acabaron por rendirse a la brisa que entraba por mi ventana. El reflejo de tus miradas me perseguía, hasta que un día...rompí cualquier espejo.
Las cenizas de tus risas acabaron por rendirse a la brisa que entraba por mi ventana. El reflejo de tus miradas me perseguía, hasta que un día...rompí cualquier espejo.
¿Por qué?
Tenía miedo, nada más que eso, miedo a volverme loca, a no poder volver a empezar.
Los secretos que eran nuestros, se marchitaron, o simplemente los olvidé. Quemé cualquier sombra de tus labios, y encerré el brillo de tu sonrisa que me alumbraba cada mañana al despertar.
¿Ahora?
Ahora solo queda en mi memoria tu aroma que intentaba convertirte en alguien que no eras.