Sí, tú tienes la culpa, de que ahora sonrío al despertarme,
de que no siento que me ahogo, de que no escucho al insomnio.
Sí, eres el culpable, de que aún estando un poco loca,
arrincone mis múltiples complicaciones para salir a buscarte
si te siento lejos.
Sí, eres el responsable, de que por perderme en tu cuello
me haya abandonado el miedo a pasar un día muriéndome de sueño.
Sí, tú tienes la culpa, de que desee ser capaz de volar sobre ocho ruedas
para poder seguirte y que no te escapes.
Y aunque tú seas la razón y yo la precipitación, tu la calma y yo la alarma,
tu geometría contrarresta mis esquinas y tus acciones mis palabras.
Sólo queda seguir escribiendo el diccionario de nuestro particular idioma,
e ir viendo si puede o no ser,
si yo soy un poco demasiado loca, o tú un poco demasiado cuerdo.